
EL MANIFIESTO DE CIMA

Este, es el poder de creer.
Aunque dejamos de creer en la promesa gastada de cambio hace tiempo, es verdad. Es posible.
Bajo la oferta de transformar la realidad hemos ayudado de mil formas. Creemos conocer la situación de niños en la pobreza, pero conocemos muy poco de sus vidas. Hemos creído que el hambre se alivia con un poco de comida, el frío con un abrigo, y la tristeza con un juguete. Hemos dado consuelo a la necesidad, pero nunca una mano que saque a alguien del pozo para siempre. A todos nos ha gustado pensar que estábamos generando un cambio cuando estábamos siendo solidarios, a todos nos llenaba de alguna forma. Pero en el fondo, muy en el fondo, ¿Cuántos creímos en el verdadero cambio? Muchos tenemos ideas para erradicar la pobreza, pero ¿cuántos las hemos llevado a cabo?
Esta es la historia de cómo alguien no se conformó con ayudar, es la historia de tener ideales y perseguirlos. Es el testimonio de cuán importante es tratar la esencia y no los síntomas, de cómo construir algo legítimo, sostenible, algo orientado hacia un propósito. En el año 2007, Karmencita Giménez asistía con alimento a más de 79 niños en situación de vulnerabilidad, ayudaba a sus familias y buscaba mejorar su comunidad. El vivirlo en carne propia, hizo comprender cada vez más a fondo la verdad del problema: “La situación de la familia”. ¿Cómo pedirle a una familia que alimente a un niño, si su casa no tiene cocina, gas, heladera o siquiera un piso? ¿Cómo pedirle a un padre que apoye a su hijo en la escuela, si nunca aprendió a leer o escribir? ¿Cómo pedirle a un niño que respete a los demás, si nunca nadie le habló de valores? ¿Cómo esperar que algún día desempeñe un trabajo profesional o emprenda, si no tiene las herramientas ni el acceso?
No hizo falta mucho tiempo para comprender que los comedores infantiles no eran la solución, y que todo niño estaría feliz comiendo en su casa con sus padres y hermanos. El modelo que caducó, evolucionó al de “Centros de promoción y desarrollo”.
Manos a la obra. Primero, en CIMA, para garantizar la comensalidad familiar, se capacitó a sus madres sobre cocina, se les brindó asistencia y equipamiento para que sirvan la comida en su casa, y en la actualidad se les brinda asistencia alimentaria y capacitaciones sobre el cuidado de la higiene.
A los padres se les brinda talleres de alfabetización, capacitaciones, proyectos de micro emprendimientos y herramientas para desempeñar trabajos. Y a los niños, para darle oportunidades, a través de modelos de educación no formal, se le enseñan valores, se los apoya en la escuela con incentivos y becas, se les da participación social, estimulación de la creatividad a través de talleres y actividades lúdicas.
En la actualidad se impacta sobre más de 200 niños, y se están viendo las mejoras, la organización fue reconocida por diversos organismos, y fue declarada “Embajada de Paz” en Mendoza. En el 2013, creemos que lo mejor está por venir, buscamos ser “Centros de Promoción y Desarrollo” de toda la sociedad, a través del impacto en los niños y todo su entorno. Todavía estamos juntando fuerzas y recursos para tener nuestras propias sedes y así tratar las problemáticas más de cerca.
Tal vez no veamos los resultados inmediatamente, pero ¿qué cambio verdadero es rápido? Mirando hacia delante, podemos estar seguros de cambiar generaciones desde los niños, hasta los adultos que se convertirán. Podemos brindar oportunidades, podemos ayudar donando cosas, y saber que podremos estar transformando la vida de alguien, porque estará en las manos de quienes realmente buscan el cambio. En las manos de quienes creen que pueden, y lo logran. De quienes ya lo están haciendo.
